INTERCULTURALIDAD Vivir la diversidad (Josef Estermann)
Introducción
En un mundo
cada vez más marcado por la globalización, las migraciones y el contacto entre
culturas distintas, se hace necesario repensar las formas de convivencia. El
concepto de "interculturalidad" aparece como una alternativa que no
sólo reconoce la diversidad, sino que busca promover relaciones justas,
equitativas y horizontales entre culturas. El libro "Interculturalidad:
Vivir la diversidad", de Josef Estermann, ofrece un análisis profundo
sobre esta temática, abordando las tensiones históricas, las definiciones
problemáticas de "cultura" y las posibilidades de un verdadero
encuentro intercultural desde el respeto, la justicia y la transformación
social.
Somos diferentes,
pero iguales
Desde los
orígenes de la humanidad, la diversidad cultural ha sido una constante. Sin
embargo, a lo largo de la historia, esta diversidad ha sido percibida muchas
veces como un problema o una amenaza. Ejemplos como el mito de la Torre de
Babel muestran cómo la multiplicidad de lenguas y culturas ha sido interpretada
como castigo o fractura. Este miedo a la diferencia se hizo evidente en
procesos como la colonización, donde una cultura dominante, la europea, impuso
sus valores, lengua y religión sobre otras culturas originarias, generando
profundas heridas históricas. El mestizaje, a menudo presentado como solución
armónica, fue en realidad una estrategia para invisibilizar las diferencias y
evitar la confrontación con los conflictos estructurales.
Estermann
identifica varias formas históricas de abordar la diversidad: la negación total
(mediante genocidio o etnocidio), la imposición (asimilación forzada a la
cultura dominante), la incorporación simbólica (como el sincretismo forzado),
la yuxtaposición (coexistencia sin interacción) y finalmente, el
enriquecimiento mutuo, que es el modelo propuesto por la interculturalidad.
Este último reconoce que la diferencia no es una amenaza, sino una posibilidad
de aprendizaje recíproco. La interculturalidad implica, por tanto, reconocer la
igualdad de derechos sin borrar la diferencia.
La “Cultura”:
un concepto espinoso
Uno de los
obstáculos para la interculturalidad es la propia comprensión del concepto de
"cultura". Estermann muestra que este término proviene de la misma
raíz que "colonia", ambos relacionados con el acto de cultivar y
transformar. Esto revela que, desde su origen, el concepto de cultura está
ligado al dominio y la intervención humana. En el pensamiento occidental
moderno, "cultura" ha sido muchas veces reducida a expresiones
artísticas o folklóricas, ignorando su dimensión cotidiana y estructural.
Para evitar
estas trampas, el autor propone una definición "desde abajo": la
cultura se manifiesta en lo que comemos, cómo hablamos, en nuestras normas
sociales y en nuestros gestos. La metáfora del iceberg es especialmente
ilustrativa: lo visible (como la vestimenta o la comida) es solo una pequeña
parte; lo invisible (valores, creencias, cosmovisiones) constituye la mayor
parte de una cultura.
Estermann
distingue entre "cultura" y "culturalidad": la primera es
la expresión concreta de la segunda, que es la condición esencial de ser
humano. Todas las personas forman parte de uno o varios "universos
culturales". Por ello, también es fundamental evitar el esencialismo (ver
las culturas como estáticas) y el etnicismo (reducir cultura a etnia). Las
culturas son dinámicas, híbridas, y atraviesan diversas formas de pertenencia:
urbana, religiosa, digital, política, etc.
Las relaciones
entre culturas
Históricamente,
las relaciones entre culturas han estado marcadas por asimetrías de poder.
Estermann distingue distintas formas de relación cultural. La multiculturalidad
o pluriculturalidad reconoce la presencia de muchas culturas en un mismo
espacio, pero no promueve necesariamente el diálogo. La monoculturalidad, en
cambio, impone una sola cultura como dominante, como lo hicieron los
Estados-nación modernos. La supraculturalidad o metaculturalidad afirma la
validez universal de ciertos valores (como los Derechos Humanos) sin reconocer
su origen cultural particular.
La
superculturalidad jerarquiza las culturas, atribuyendo superioridad a una sobre
otras, justificando así la dominación colonial, económica o epistémica. Por
otro lado, la transculturalidad reconoce que todas las culturas son producto de
mezclas, hibridaciones y transformaciones constantes. El etnocentrismo es una
actitud común, donde se juzga a otras culturas desde los propios parámetros,
mientras que la intraculturalidad se refiere a las relaciones dentro de una
misma cultura, que también pueden estar marcadas por disidencias. Finalmente,
la interculturalidad es el modelo deseado: propone relaciones horizontales,
simétricas y de mutuo enriquecimiento.
Los principios
básicos de la interculturalidad
La
interculturalidad no es sólo una teoría, sino una actitud vital. Estermann
plantea una serie de principios para orientarla. En primer lugar, la
"hermenéutica de la sospecha" exige cuestionar la supuesta
universalidad de ciertos valores que en realidad tienen origen cultural
específico. Tomar conciencia de la propia "culturalidad" permite
reconocer que todos estamos situados culturalmente, lo que ayuda a evitar
posturas etnocéntricas.
Asimismo, el
autor destaca la necesidad de desarrollar una sensibilidad frente a las
asimetrías culturales, pues muchas veces el diálogo intercultural se ve
obstaculizado por relaciones de poder desiguales. Dejarse interpelar por el
otro implica apertura real y voluntad de ser transformado por el encuentro.
Ninguna cultura es perfecta: todas tienen límites, lo que hace necesario el
aprendizaje mutuo. El objetivo último es construir una convivencia basada en el
respeto, la reciprocidad y la justicia.
Modelos de
la interculturalidad
No todas las
formas de interculturalidad son iguales. Estermann identifica tres modelos. El
primero equipara interculturalidad con multiculturalismo: es un enfoque
superficial, que reconoce la diversidad, pero no cambia las estructuras de
dominación. El segundo es el enfoque estético-culturalista, que se enfoca en lo
visible (arte, vestimenta), pero no transforma las desigualdades de fondo.
Ambos modelos pueden resultar folclorizantes o decorativos.
El tercer
modelo, defendido por el autor, es el crítico y descolonizador. Este propone
una transformación profunda de las estructuras coloniales, económicas y
epistémicas que han mantenido la subordinación de pueblos enteros. Se basa en
la equidad, la horizontalidad, la justicia social y la apertura al diálogo de
saberes.
Niveles de
la interculturalidad
La interculturalidad opera en distintos niveles. En el nivel personal, se refiere a nuestras actitudes individuales, nuestros prejuicios o nuestra apertura al otro. A nivel grupal o comunitario, implica la relación entre distintos grupos étnicos o culturales, donde pueden surgir tensiones por territorio, cosmovisión o formas de organización. El nivel más profundo es el civilizatorio: ahí se enfrentan visiones del mundo radicalmente distintas, como la cosmovisión andina frente al racionalismo occidental.
Campos de
aplicación de la interculturalidad
La
interculturalidad tiene efectos prácticos en diversos campos. En el plano de la
descolonización, propone recuperar lenguas, memorias y saberes originarios. En
educación, exige transformar el currículo y dialogar con epistemologías otras,
más allá de la ciencia occidental. En el campo religioso, implica reconocer la
validez de espiritualidades ancestrales. En lo económico, demanda reconocer
otras formas de vida y organización más sostenibles.
Asimismo, el
autor propone repensar los Derechos Humanos desde una perspectiva pluricultural
e incorporar el enfoque de género como parte fundamental del enfoque
intercultural. El objetivo es construir una sociedad donde todas las voces sean
escuchadas y todos los saberes tengan lugar.
Conclusión
Josef
Estermann plantea que la interculturalidad no debe ser un simple adorno
discursivo, sino un verdadero cambio de paradigma. Implica reconocer la
pluralidad de culturas como riqueza, superar las relaciones verticales de poder
y construir un mundo basado en el respeto, la igualdad y la reciprocidad.
Frente a la crisis civilizatoria que vivimos, la interculturalidad se propone
como una vía de transformación social, filosófica y espiritual. Una forma de
vivir la diversidad que nos hermana sin anularnos, que nos iguala sin
uniformarnos, que nos desafía a construir, juntos, una humanidad más justa y
solidaria.
Bibliografía
Esterman. (2023). Estermann,
J. Interculturalidad; Vivir La Diversidad.
https://archive.org/details/estermann-j.-interculturalidad-vivir-la-diversidad/page/n7/mode/2up
Comentarios
Publicar un comentario