PARA LEER AL PATO DONALD (Ariel Dorfman y Armand Mattelart)

 Por: Marjiore Toapanta

Introducción

La industria del entretenimiento infantil, y en particular los cómics de Disney, ha sido objeto de un intenso escrutinio académico que busca desentrañar las ideologías subyacentes que transmiten a las generaciones más jóvenes. A través de personajes icónicos como el Pato Donald y su entorno familiar, se manifiestan valores y creencias que reflejan una perspectiva burguesa, impregnada de significados capitalistas. Este ensayo explora cómo estas narrativas no solo simplifican las relaciones sociales, sino que también perpetúan una visión limitada de la realidad, donde la individualidad y el consumo se imponen sobre la complejidad de las interacciones humanas. Al analizar la representación de personajes como el Tío Rico y las dinámicas familiares en el universo Disney, se revelan las tensiones entre la inocencia infantil y las estructuras sociales que buscan moldear su comprensión del mundo.

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La ideología subyacente en los cómics de Disney, y en particular en la serie protagonizada por el Pato Donald, revela un enfoque burgués que se transmite a los niños a través de los medios de comunicación. Esta representación está impregnada de un significado capitalista, donde los personajes son retratados más como manifestaciones de conflictos psicológicos individuales que como productos de relaciones sociales complejas, tal como se menciona en el análisis.

Un ejemplo notable es el personaje del Tío Rico, quien encarna la avaricia y se deleita en la contemplación de su fortuna, convirtiéndose en un símbolo de la psicología individualista. A su alrededor, otros personajes, como el "inventor" y los niños, son clasificados en categorías de "buenos" y "malos", lo que sugiere un ordenamiento social que refuerza ciertas dinámicas de poder y valores propios de la sociedad burguesa. Este enfoque no solo simplifica las interacciones sociales, sino que también perpetúa una visión limitada de la realidad, donde las luchas y aspiraciones son vistas desde una óptica individualista y capitalista.

El libro analiza el papel de Disney como una poderosa industria que comercializa un mundo de fantasía en toda América Latina, generando un sentido de pertenencia sutil entre los consumidores a través de su extensa gama de productos. La popularidad de Disney ha llevado a los gobiernos de la región a utilizar su imagen y personajes como herramientas publicitarias, aprovechando la receptividad que tienen en la sociedad. Un ejemplo notable de este fenómeno fue la propuesta de los chilenos para que Disney recibiera el Premio Nobel de la Paz, en reconocimiento a la ayuda brindada a los niños tras el terremoto de San Antonio.

La industria, como construcción social creada por el ser humano, se manifiesta como un espacio que, en teoría, se presenta libre de conflictos y tensiones. Sin embargo, en su funcionamiento subyace una dinámica compleja de explotación, especialmente en lo que respecta a los niños, quienes, a través de su desbordante imaginación, se convierten en víctimas de un sistema que los utiliza. Estos pequeños contribuyen con su creatividad y su capacidad de asombro, pero, al mismo tiempo, se encuentran atrapados en un ciclo de auto-explotación, en el que ellos mismos son tanto los creadores como los consumidores de los productos de la industria.

Este proceso puede ser entendido como una especie de "copia y pega" de la imaginación infantil, donde la industria se apropia de las ideas y aportes de los niños, presentando una ilusión de que todo mejorará a través de la producción y el consumo. No obstante, esta ilusión es engañosa, ya que proyecta una jerarquía entre los niños y los adultos. En este contexto, el adulto se convierte en una figura represiva, un ser que no logra liberarse de las limitaciones impuestas por la sociedad y que, en su búsqueda de recuperar la conexión con la niñez, se enfrenta a la imposibilidad de convertirse en el niño que anhela ser.

Así, se establece una forma de auto-colonización de la imaginación, donde el adulto, al dominar al niño, termina por someter su propio potencial creativo. Este fenómeno revela un ciclo vicioso en el que la figura del adulto se encuentra atrapada en su propia represión, utilizando al niño como un medio para intentar recuperar lo que una vez fue su esencia. En última instancia, esta dinámica no solo perpetúa la explotación de la infancia, sino que también condena al adulto a una existencia marcada por la frustración y la falta de autenticidad en su expresión creativa.

En el análisis de la familia del Pato Donald, se puede observar una representación compleja y multifacética de las dinámicas familiares y de género. En esta narrativa, se incluyen diversos miembros de la familia, como progenitores, sobrinos y tíos, que contribuyen a la construcción de un entorno familiar que se aleja de los estereotipos tradicionales. Un aspecto notable es el predominio de las relaciones de pareja, tanto en los personajes masculinos como en los femeninos, lo que sugiere una especie de equilibrio en la representación de los géneros, aunque, a menudo, el enfoque se centra más en el noviazgo que en otros aspectos de la vida familiar.

El libro se adentra en las interacciones de estos personajes, mostrando un estilo de vida que, si bien puede parecer igualitario, también es indicativo de ciertas normas sociales que prevalecen en la representación de la familia. Al incluir un abanico de personajes que pertenecen a diferentes líneas sanguíneas, se evita la creación de un parentesco directo que podría complicar las relaciones familiares. Este enfoque permite a la narrativa explorar una variedad de interacciones y conexiones sin las limitaciones que impone una estructura familiar más convencional.

Además, es importante señalar que, en el contexto de la familia de Donald, las figuras maternas y paternas de las novias de sus sobrinos son notablemente ausentes. Esto sugiere una representación de la soltería como un estado común y aceptable tanto para hombres como para mujeres, a pesar de que estos personajes puedan tener relaciones románticas. El término "casarse" o la idea de formalizar una relación parece ser rechazada de manera sistemática, lo que lleva a la caracterización de muchos de estos personajes como "eternos solteros". Este fenómeno no se limita únicamente a la familia de Donald, sino que se extiende a toda la vasta industria de Walt Disney, donde se observa un rechazo general hacia la sexualidad y los temas relacionados, lo que indica una reticencia a abordar estos aspectos de manera abierta y directa.

Por otro lado, cuando se menciona a los sobrinos en las historias, es notable la frecuente representación de gemelos y mellizos, lo que contribuye a un aumento significativo en el número de personajes familiares. Esta inclusión refuerza la idea de una familia extensa y diversa, pero también plantea preguntas sobre la dinámica de las relaciones entre los personajes y cómo estas influencias afectan las narrativas en las que están involucrados.

La representación de la infancia en ciertos medios a menudo evita la temática de la sexualidad y omite la idea de la muerte, con el fin de no generar "traumas" en los niños. Los personajes que encarnan a los niños suelen ser sobrinos que, a lo largo de sus historias, se enfrentan a cambios en su entorno y en sí mismos. Para evitar confusiones, el tío se establece como figura de autoridad, lo que también permite que, al no haber un lazo sanguíneo, la desaparición de un personaje o su cambio por otro no se perciba como una pérdida significativa. En este contexto, la muerte se presenta como un concepto ausente. Por otro lado, los personajes infantiles no reciben cariño; su relación con el tío se basa en la autoridad. El único personaje que recibe afecto es Pluto, el perro de Mickey Mouse, quien, al igual que un niño, es sometido a castigos y recompensas por su comportamiento heroico. Hay un episodio en el que Pluto es encerrado en el sótano como castigo por una travesura, pero luego se redime al atrapar a un ladrón. La figura del tío, que carece de interés en la educación de sus sobrinos y es despreocupado, podría ser vista como un mal padre, ya que muestra poco compromiso y espera ser idolatrado, tal como se representa en la mayoría de las historias.

Los niños son a menudo utilizados como un contraste que resalta un mundo adulto caracterizado por la desconfianza. Lo que la industria presenta como bello, colorido e inocente, se convierte en un mundo idealizado para los más jóvenes, donde todo parece reflejar su pureza. En las historietas, los sobrinos son representados como niños que, aunque critican el poder, terminan obedeciendo. Además, se perpetúa un rol tradicional de la mujer en el ámbito doméstico: independientemente de si es retratada como buena o mala, su objetivo siempre parece ser atrapar a un príncipe. Esto se evidencia en las narrativas donde las brujas preparan pociones para conquistar a un príncipe, o donde las princesas, en su inocencia, se encargan de las labores del hogar con la esperanza de atraer su atención.

Las películas que presentan personajes animales a menudo dan la ilusión de ofrecer una educación más profunda, desarrollando la sensibilidad y los sentidos de los niños. Cuando se otorga libertad de movimiento a estos personajes, generalmente viven en entornos urbanos. Sin embargo, si desean regresar al campo, deben enfrentar una serie de obstáculos y accidentes que subrayan su pertenencia a ese espacio. Este mismo patrón se repite cuando los personajes del campo intentan mudarse a la ciudad, lo que genera una sutil pero marcada división: ciudad versus campo, macho versus hembra, rico versus pobre, evidenciando una jerarquía de poder.

En la representación de tribus y pueblos aborígenes, especialmente de Latinoamérica, se evita la similitud con la realidad modificando nombres y características. Estos personajes son presentados en una paleta de colores que abarca desde el negro hasta el rojizo, excluyendo el blanco. Además, suelen ser retratados como desobedientes, y en muchos casos, la narrativa se centra en hombres y niños, dejando a las mujeres fuera de la representación. Obedecen ciegamente a los exploradores, y cuando reclaman la tierra como suya, se les categoriza como el "niño bueno salvaje", un ideal que refleja la percepción adulta de lo que se espera de ellos. Esta narrativa recuerda cómo los colonizadores se beneficiaron de la ingenuidad y tranquilidad de los aborígenes. Los personajes fuertes y sabios que aparecen en estas historias, que solo obedecen a quienes tienen poder, no son más que caricaturas que reflejan una realidad que favorece a los más ricos y poderosos.

La industria de Walt Disney no es la única que presenta este tipo de narrativas. Su enfoque en ofrecer entretenimiento aparentemente educativo oculta, de manera sutil, una visión distorsionada de la realidad. Disney se inspira en el "sueño americano" y no en lo que tradicionalmente se entendía como el "estilo de vida americano". Esta misma estrategia de marketing es utilizada por otras empresas, como Coca-Cola, que nos venden una imagen de felicidad y conductas ideales, perpetuando así una visión muy específica y limitada de la realidad.

Conclusión

En conclusión, el análisis de los cómics de Disney, particularmente en relación con el Pato Donald, pone de manifiesto un entramado ideológico que va más allá del simple entretenimiento. La representación de caracteres y narrativas dentro de este universo no solo refleja, sino que también refuerza ciertos valores capitalistas y burgueses que afectan la formación de la identidad y la percepción de la realidad en los niños. A través de un enfoque crítico, se evidencia cómo estas historias, aunque envueltas en un manto de fantasía y diversión, pueden contribuir a una auto explotación creativa y a la perpetuación de estereotipos de género y dinámicas de poder. Por lo tanto, es esencial fomentar una reflexión crítica sobre el contenido que consumen los más jóvenes, para que puedan desarrollar una comprensión más rica y matizada de su entorno, en lugar de aceptar pasivamente las simplificaciones que les son ofrecidas.

 

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